Las aglomeraciones urbanas concentran peligrosamente las emisiones tóxicas
de sus abundantes vehículos térmicos (emisiones que son ilegales –ya que los vehículos que las emiten no cumplen los
límites establecidos por la normativa vigente-, inmorales –ya que los fabricantes diseñan sus motores
trucando sus emisiones tóxicas dañinas, y
letales
–ya que ocasionan millones de muertes prematuras-), convirtiéndose en un grave
peligro para la salud de los ciudadanos que –no pueden evitarlo- las respiran
día y noche.
Todos estamos ya, lamentablemente,
familiarizados con las expresiones “atasco” y “congestión” referidas al
tráfico caótico de vehículos por las ciudades; sabemos que significa que las
calles o carreteras están llenas de miles de vehículos, todos emitiendo
toneladas de partículas y gases venenosos. Además de una, absurda e irracional,
enorme pérdida de tiempo y dinero, ello acarrea un aumento muy grave de la
concentración de partículas y gases peligrosos, y, por tanto, de la toxicidad
del aire que respiran todos sus habitantes –además de los pasajeros de los
vehículos que circulan entre congestiones y atascos-.
Se trata de una situación crónica, que, aunque irracional, está “aceptada
como inevitable”, con la que -parece ser-
estamos condenados a convivir.
De hecho, todas las metrópolis del mundo sufren diariamente congestiones de
tráfico, es decir, un fuerte aumento de la toxicidad del aire que respiran sus
habitantes. Y todos, Instituciones e
individuos, tenemos parte de responsabilidad
en la contaminación generalizada del aire urbano.
El auténtico cambio, que precisamos para conseguir corregir la actual
lamentable situación, sólo ocurrirá cuando cada uno acepte su
responsabilidad y actúe en consecuencia.
El actual envenenamiento del aire urbano europeo
(agravado, además, en +20% en España, por tener un parque diésel un 20%
superior a la media europea, que, a su vez, es la mayor del mundo) es un hecho
de gravedad extrema, que nos amenaza a todos, y sobre el que las Instituciones
Públicas tienen la responsabilidad directa de, en primer lugar, informar
mejor; y, en segundo lugar, aplicar de inmediato las medidas correctoras
apropiadas disponibles (sin esconderse tras absurdos eufemismos (como
“Episodio de Alta Polución/Contaminación”, “aplicar el protocolo”): todos entenderíamos
mejor si se dijera “envenenamiento del aire”, “contaminación peligrosa para la
salud”, “medidas establecidas para reducir el daño a la salud ”.
Es ya inadmisible que los propios Organismos y
Servicios públicos –que debieran dar ejemplo- sean los que más contribuyen a la
toxicidad del aire urbano. Tiene muy poco sentido que mantengan circulando
todos los días por nuestras calles miles de vehículos con motores notoriamente
contaminantes (Autobuses, Furgonetas, Taxis, Camiones de recogida de basura, etc.,
con motores diésel), cuando los fabricantes de Automoción ya tienen la Tecnología
“limpia”, y ya los ofrecen –y pueden
hacerlo más- con “CERO-Emisiones”.
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