Los vertidos, microPartículas, y gases que producen los vehículos con motor térmico (indirectamente, los ocasionados
por los procesos de exploración, extracción, transporte, refino, distribución y
venta individualizada de sus combustibles; y, directamente, los producidos por
cada vehículo en sus lugares de uso, produciendo combustible evaporado, gases
del cárter, y emisiones de microPartículas y Gases por el tubo de escape, al
quemar el combustible, de manera distribuida
entre calles, viviendas y personas), envenenan el aire –especialmente, en concentraciones urbanas-, y
afectan gravemente a la salud de nuestro ecosistema, contribuyendo al calentamiento
global del planeta, y siendo responsables de un grave daño irreversible ocasionado
a la salud de los seres humanos –producen millones de enfermedades y muertes
prematuras cada año (4 Ms en el mundo,en 2016)-.
A medida que mejoran
las tecnologías utilizadas para medir la contaminación producida por los combustibles
fósiles, y sus efectos sobre la salud de
las personas, aumenta la constatación de la intolerable gravedad del daño que
ocasiona (además, cada vez hay más vehículos, de potencia creciente, con
efectos perniciosos sobre la salud medioambiental).
Los vehículos
convencionales (segundo gasto importante de una familia media, detrás de la casa, y muy
por delante de comida, ropa, vacaciones, etc.) son tóxicos y antieconómicos; están sobredimensionados, e infrautilizados; y ocasionan
daños graves a la salud de las personas (alergias, bronquitis, enfisema, cardiopatía isquémica, accidente
cerebrovascular, neumopatía obstructiva crónica, e infección aguda en vías
respiratorias, que contribuyen al infarto, ictus, cáncer de pulmón; etc).
Estos daños (que se agravan especialmente en
zonas urbanas de alta congestión circulatoria) se producen sobre todo el
espectro de edades: desde la gestación e infancia –afectando pulmones, corazón,
cerebro, sistemas hormonales e inmunes, perjudicando el tono vital, el crecimiento
y el desarrollo de coordinación e inteligencia-, hasta adultos y mayores,
también vulnerables, acentuando sus enfermedades y muertes prematuras.
Se estima que la contaminación del aire que
ocasionan los combustibles fósiles nos cuesta globalmente cada año unos 4 Billones
(10 elevado a 12) de Euros; emiten a la atmósfera unas 6 GigaToneladas de CO2
(además de perjudicar nuestra salud, contribuyen al sobrecalentamiento, y
consiguiente cambio climático, del planeta. Y el costo social indirecto de los vehículos
térmicos (sobrecostos producidos por sus efectos contaminantes y de pérdida de
productividad, enfermedades, y muertes prematuras ocasionadas, etc.) puede
estimarse en 8 Billones de Euros por año (lo que hace un total de 12 Billones
-10 elevado a 12- € ) (mundialmente, -3 Billones en Europa-, según Datos 2015 de
la Organización Mundial de la Salud –OMS-)
La Tecnología del Transporte Eléctrico puede
ayudar a reducir considerablemente, YA, estos enormes daños y costos, y sin
contaminar el aire –con CERO-Emisiones-
allí donde más se utiliza, precisamente en las grandes concentraciones urbanas.
Ofrece una extraordinaria oportunidad de evitación de perjuicios muy graves, que
la Humanidad no debiera desaprovechar.
Imaginemos nuestras ciudades con –solamente-
vehículos eléctricos: mucho más eficientes, limpios, silenciosos, baratos,
ligeros e inteligentes que los que soportamos hoy. Y con enormes posibilidades
de optimización y desarrollo de su utilización y rendimiento, gracias a los
nuevos conceptos –ya extendiéndose con éxito con InternetOfThings y los smartPhones,
bigData, y el auge de la
EconomíaDeCompartir- de
“MovilidadComoServicio” (tipo Uber),
y de “CocheCompartido” (tipo ZipCar),
que mejoran esencialmente el uso racional de los vehículos (el coche actual medio
está parado un 96% del tiempo, y es utilizado por una sola persona en un 90% de
sus desplazamientos).
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