Las
emisiones y vertidos que se producen en sus procesos de exploración,
extracción, transporte, refino, y distribución, así como los gases y partículas
que emiten en sus usos (quemándolos de forma incontrolada y desperdigada, entre la
población), contaminan gravemente el medio ambiente, envenenando el aire urbano, además de contribuir al
calentamiento global, y al consecuente cambio climático que amenaza nuestra
sociedad.
Ahora,
debido a la extrema gravedad de los daños inmediatos constatados que causa en la salud
pública, es cada vez más inocultable el llamado “fraude y crimen de las emisiones de los motores
diésel”, ya calificados como “asesino invisible”.
Europa
tiene su parque móvil mayoritariamente diésel (más de un 60%,caso insólito en
el mundo: E.U., Japón y China no llegan al 10%), lo que ocasiona que la mayoría
de los ciudadanos europeos respire aire envenenado, que la Organización Mundial
de la Salud (OMS) considera muy perjudicial (Página web de la OMS,
y OMS «Economic cost of the health impact
of air pollution in Europe»,2015; European Environment
Agency (EEA), 2015, Air quality in
Europe — 2017 report ), ocasionando 600.000 muertes
prematuras anualmente (37.000 en España: 30 veces más que los accidentes de
tráfico), además de enormes sobrecostos sociales (€1 Billón -millón de
millones- cada año; un +3% del PIB, según el Banco Mundial).
Pero, petroleras, fabricantes, vendedores –y sus
talleres-, continúan defendiendo sus particulares intereses, haciendo negocio
gracias a vehículos de tecnología obsoleta que incumplen la legalidad,
contaminando el medio ambiente y perjudicando gravemente la salud de la
población; aún así, siguen negando la evidencia, desinformando a la opinión
pública, y desentendiéndose del daño causado (además de frenar el desarrollo
legislativo que protege el medio ambiente y la salud de los ciudadanos).
Cuando estalló el escándalo dieselgate (en 2015, al descubrirse el falseamiento de la
homologación de emisiones realizado por VW, trucaje que hoy ya se sospecha
generalizado en todos los fabricantes) había en Europa +30 millones de
vehículos diésel contaminantes circulando; en 2018 –se
siguen fabricando y vendiendo sin ninguna limitación, cada vez de mayor potencia, es decir, más contaminantes- ya superan los 50 millones
(Informe “Coches con motores de
combustión: ¿podrán ser limpios alguna vez?, de Transport & Environment, Sep.2018).
¿Cuántas muertes más harán falta para que actúe
la Justicia?
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